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¡Ojo pues que esto es paradójico y complejo de principio a fin!

La razón es lo que en esencia nos separa de las demás especies, lo que nos diferencia. La razón nos hace libres en tanto es lo opuesto a los impulsos -los controla-, de esta forma el ser humano es superior a su naturaleza instintiva; cuando no ocurre esto, los impulsos controlan al ser humano, lo esclavizan, y la esclavitud es lo contrario a la libertad, así es que en cualquier caso de dependencia, ¿de qué libertad se estaría hablando?
En el acto de consumir sustancias psicoactivas (SPA) hay una ratificación del libre albedrío -se hace porque así se quiere- y esta es la esencia de lo que los defensores del porte legal llaman “el libre desarrollo de la personalidad”; sin embargo, pretender hacerlo porque así se quiere es entender y comprender las dimensiones y alcances del acto, es decir, si se va a consumir bazuco por ejemplo, es lógico pensar que quien lo va a hacer –en pleno uso de su razón- comprenderá las implicaciones: es una de las drogas que más se relaciona con autodestrucción, dependencia y delincuencia; lo mismo con la heroína: es tal la experiencia de quien consume heroína por primera vez –al decir de William Burroughts- que toda su vida estará buscando repetir esa misma experiencia en cada una de las dosis que se aplique, quedando así “enganchado”; por mencionar sólo unas drogas muy conocidas.

Se entiende, pues, que en el “querer hacerlo” está implícito el pensar y tomar la decisión de hacerlo, decisión que tiene una alta probabilidad de incidir en el resto de la vida, no sólo porque puede desarrollarse una dependencia o una adicción –hay que saber que cada organismo es diferente del otro y que las circunstancias influyen directamente en el resultado-, sino porque al tomar la decisión, se está incursionando en un mundo de conocimiento sobre el sí mismo que en muchos de los casos el ser humano no está preparado para asumir, es decir, el efecto de la droga no sólo corresponde a una sensación, es toda una experiencia en la que el cuerpo, la mente y el espíritu convergen produciendo información sobre uno mismo que tal vez no llegará a ser conocimiento precisamente por la ignorancia que se tiene al respecto.

Debo decir que de todos los consumidores de drogas que conozco, la mayoría  ¡la inmensa mayoría! ni siquiera tomaron la decisión, simplemente lo hicieron: dejaron a merced de sus impulsos la probabilidad de ser sometidos por la droga y muchos quedaron “enganchados” –esclavos-, efectivamente. ¡Qué relación tan extraña es esta de la razón y la libertad! Lo digo porque en conversaciones que he tenido con consumidores dependientes y no dependientes, a pesar de haber tenido ellos alguna referencia acerca de las drogas o de conocer la historia de alguien que las consumió y se quedó, siempre hubo una necesidad de experimentar la sensación, de ir tras el rastro de esa presunta felicidad, de esa libertad que, según ellos, se siente en el momento de consumir. No es nuevo que la búsqueda de placer y felicidad sea una condición innata en el ser humano y que sea la curiosidad la que guíe este rastreo, tampoco es nuevo que si, en nuestra lógica consumista, se le muestra disfrazada esa felicidad en una pastilla, en una religión, en un deporte, en una música, simplemente se convierte en algo que se puede alcanzar, que se puede sentir y repetir innumerables veces: esa es la esencia del negocio de las drogas.

Puede decirse entonces que este asunto de las drogas no sólo trata de una cuestión que tiene que ver con la libertad sino también con la espiritualidad: el consumidor es un ser que aparentemente busca cierta paz interior -por razones que sería un atrevimiento tratar de enumerar aquí- y el estado modificado de conciencia es una de las formas que encuentra para ello. Recuerdo cuando era fumador de cigarrillos (tabaco): irracionalmente sentía que me acompañaban ¡fumaba y no me sentía tan solo! y pienso que algo similar podrá decir alguno de los que beben alcohol o consumen alguna droga ilícita.

En todo caso, por curiosidad, búsqueda espiritual o ejercicio de la libertad, cualquiera de estas razones conllevan una alta probabilidad de quedar “enganchado”, esclavo. Querer consumir drogas implica entonces entender y comprender las dimensiones y alcances de lo que se va a hacer y aquí la información es fundamental: nadie sabe cómo va a reaccionar su organismo ni su psique ante determinada droga… por lo que es mejor continuar ¡Hablando de drogas!