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¿Por qué es importante hablar de drogas?

Al evocar la palabra drogas hay dos imágenes que aparecen como incrustadas en nuestra memoria cultural: una, en la que se asocia con sustancias legales (los medicamentos habituales que consumimos como pacientes y que los compramos en las droguerías), y otra en la que se asocia con sustancias prohibidas cuyos consumidores generalmente están representados por los “elementos negativos” de la sociedad: los ladrones, delincuentes, narcotraficantes, etc. En medio de las dos imágenes descritas, que son claramente comunes a todas las personas, están los prejuicios: se habla mucho desde los prejuicios, de lo que se cree que son las drogas, pero la mayoría de las veces - por no decir todas las veces - se habla de las drogas sin saber qué son las drogas, cuáles son las drogas, cuáles sus efectos y cuáles los aspectos condicionantes para que hayan esos efectos en determinado grado, y además sin ser conscientes de la posición desde donde se habla de las drogas, es decir, sin ser conscientes de las ideas preconcebidas que se tienen a este respecto.
Los protagonistas de este asunto somos todos. Por un lado, quienes consumen drogas –algunos- lo hacen escondidos en razón a un prejuicio social frente a esta situación, cuestión que mitifica más el aspecto negativo y ratifica el prejuicio existente; y por otro lado, quienes ven a los colombianos desde afuera, no entienden cómo podemos vivir tan anclados a las drogas como aparentemente lo hacemos desde el lenguaje y que se refleja en toda nuestra cotidianidad.

Lo cierto es que difícilmente habrá una persona en este momento que no sea un consumidor de alguna droga, es decir, que no tome un café, que no coma azúcar, que no fume un cigarrillo, que no beba un trago en algún momento o que en otros casos no fume marihuana, inhale cocaína u otra sustancia psicoactiva. Hay imprecisiones, hay errores en las definiciones y hay imágenes concebidas a partir de estas imprecisiones que provocan vivencias en consecuencia y todo a partir del lenguaje.

En términos muy generales, es necesario que se tenga una mínima instrucción sobre el tema de las drogas, que permita por ejemplo reflexionar, discutir y comprender la base sobre la cual existe esa división entre lo legal y lo ilegal. Hay que educar sobre la base de la información pero con un sentido formativo: formar seres integrales que sepan tomar decisiones sustentadas en argumentos y no personas que sigan al pie de la letra instrucciones sobre la manera correcta de cómo mirar el mundo. La responsabilidad de la prevención no debe recaer solamente en los hogares - como reza el discurso institucional - de hecho promoverla sólo desde allí es tan peligroso como no hacerlo. Tantos o más conflictos hay al interior de los hogares como fuera de ellos. Desde el punto de vista de la información, los padres de familia escasamente conocen las drogas más públicamente definidas, como la marihuana y la cocaína, pero con seguridad desconocen las benzodiacepinas, las sintéticas más desarrolladas, la heroína y las drogas legales más letales. Y no sólo eso, aunque escasamente tenemos información sobre el mundo juvenil  pretendemos conocerlo, delimitarlo, explicarlo, en consecuencia, los empalmes que se hacen en los hogares entre la información y la formación se dan desde los prejuicios de los padres y no desde información objetiva y el intercambio dialógico, lo que termina en la satanización y en la ruptura de canales de comunicación importantes e irrecuperables. Se olvida que lo más formativo es el ejemplo pero ¿en qué hogar de Colombia no se consume alcohol ocasionalmente, café o cigarrillo? Según el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia 2008, en el último mes 7 millones de personas han consumido alcohol y asimismo 3’300.000 han consumido cigarrillo. Hay entonces que replantear percepciones y más que llegar a conceptos claros y reflexivos, es querer llegar a ellos antes de que sea más tarde que el día de hoy.

Es importante hablar de las drogas, hacerlo pronto, sin miedo, pero más importante aún es propiciar los espacios para hablar de ellas, de nosotros, de lo que somos por ellas e incluso gracias a ellas… HABLEMOS DE DROGAS.